La mirra, una exótica especia bíblica, se utilizaba en los ritos de purificación y embellecimiento, en la fórmula del aceite de la Santa Unción y en las especias funerarias. La Reina Ester fue bañada en Aceite de Mirra durante seis meses y con otros áloes y perfumes durante otros seis meses antes de su presentación al rey. Amarga al paladar pero dulce al olfato, la mirra en sentido espiritual habla de morir a uno mismo para convertirse en "olor fragante" para el Señor.

En la época del Templo, el incienso dulce que contenía FRANQUINCENSO (incienso) se colocaba en el Altar del Incienso y se quemaba por la mañana y por la noche. En las Escrituras, el incienso se asocia a menudo con la oración y la intercesión. David oraba: "Que mi oración sea puesta delante de ti como incienso". (Sal 141:2). La MIRRA, utilizada como especia funeraria y en los ritos de purificación en el antiguo Israel, era un ingrediente principal del aceite de la Santa Unción. Habla del sufrimiento y la muerte, pero lo que es más importante, de nuestra total liberación y sanidad proporcionadas por la obra expiatoria del Mesías. INCIENSO Y MIRRA, dos de los tres dones proféticos dados al Mesías en Su nacimiento, representan Su papel como Sacerdote y Profeta, y hablan específicamente de todo lo que Él haría y continúa haciendo en nuestro nombre.

La casia era una de las principales especias del aceite de la Santa Unción que se utilizaba para ungir a los sacerdotes, los reyes y sus vestiduras. Del mismo modo, las vestiduras del próximo Rey Mesías olerán a casia. La casia no se utiliza con frecuencia hoy en día, pero al parecer era un producto muy apreciado en los tiempos bíblicos. La palabra raíz, kiddah, tanto en hebreo como en árabe, significa una tira y se refiere a las tiras de corteza de las que se hace la especia. En sentido espiritual, la casia habla de devoción (despojarse del orgullo) y consagración (apartarse) con corazón de siervo. El profundo y exótico aroma y el rico color de nuestro aceite de casia lo convierten en una adición bienvenida a nuestra familia de aceites de unción con fragancia bíblica.

El nardo, un aceite fragante raro y costoso, fue utilizado por María de Betania para ungir la cabeza y los pies del Mesías dos días antes de Su muerte, como se registra en Juan 12:3. "Entonces María tomó una libra de ungüento de nardo, muy costoso, y ungió los pies de Jesús, y secó sus pies con sus cabellos; y la casa se llenó del olor del ungüento."
Esta pequeña planta de color verde intenso crece en las zonas altas, frescas y húmedas de las montañas del Himalaya. Las plantas crecen silvestres y se cultivan y cosechan a mano. Los aceites de color marrón intenso se obtienen de las finas raíces de las plantas. Cuando las noches se vuelven más frías, a finales de otoño, las plantas se arrancan del suelo y sólo se conservan las valiosas raíces. El proceso de extracción de los aceites es lento y arduo, ya que de cada raíz sólo puede extraerse una cantidad muy pequeña. De ahí su elevado costo, tanto en la época bíblica como en la actualidad.

En el Cantar de los Cantares 2:1, LA AMADA habla de sí misma como una "rosa de Sarón", una flor común de los prados que se encuentra en la fértil región costera de Sarón en Israel. Aunque en su humildad se comparó a sí misma con las flores comunes del campo (incluyendo el lirio de los valles), esta escritura nos da una comprensión más profunda de que como la Esposa del Mesías (LA AMADA), la belleza, delicadeza y humildad deben estar en ella como lo estaban en el Salvador (EL AMANTE). Isaías 35:1 describe a la Esposa del Mesías en el reino milenario brillando en todo el resplandor de su gloria celestial, belleza, mansedumbre y honor.

El BÁLSAMO DE GILEA era un ungüento muy apreciado en la antigüedad que se utilizaba para aliviar y curar.  
Mencionado varias veces en la Biblia y llamado así por la región de Galaad donde se producía, era uno de los principales productos del comercio en el mundo antiguo.   Su nombre se asoció al poder de curar y aliviar. "Hay un bálsamo en Galaad" es un poema espiritual afroamericano que compara el bálsamo curativo con el poder salvador de Jesús, el único tratamiento verdadero que nunca deja de curar nuestras heridas: espíritu, alma y cuerpo.